Saltar al contenido

El semáforo

smile

Hoy os presentamos una de nuestras herramientas para trabajar con los más peques: EL SEMÁFORO.

Es una técnica muy útil para aplicar en casos de niñ@s con problemas de autorregulación y autogestión emocional, es decir, para rabietas y enfados que desembocan en problemas de conducta, peleas, discusiones…  Puede aplicarse tanto de forma individual como en grupo, por lo que, si eres profe, éste es un instrumento estupendo para utilizar en clase.

A los niños y niñas con tendencia a expresar emociones negativas intensas de forma explosiva  les cuesta mucho darse cuenta de cómo esa emoción va tomando forma y va creciendo. El objetivo del semáforo es aprender a detectar las señales que nos avisan de que eso va a suceder y poder ponerle freno antes de que el niño o la niña “estalle” como una olla exprés.

 

En la foto podéis ver el semáforo que hemos elaborado entre l@s niñ@s  y yo. Comenzamos charlando acerca de qué es un semáforo, para qué sirve y qué significan las distintas luces de colores; prestamos especial atención a cómo cada color nos indica cómo debemos comportarnos.

Les explicamos que, en ocasiones, nos resulta difícil darnos cuenta de que nos estamos enfadando. Y para cuándo lo hacemos, ya es tarde, porque ya hemos pegado una patada, un bofetón, un mordisco o un insulto. Después de esto, solemos sentirnos tristes por cómo hemos actuado, ya que a veces podemos hacer daño a otros/as con nuestra conducta y, además, recibimos un castigo, lo cual tampoco nos gusta. El semáforo puede ayudarnos a darnos cuenta de ese enfado y frenarlo a tiempo para luego no acabar castigados (OJO: es importante este objetivo porque es objetivo y medible, además de muy motivador; aunque pensemos que lo importante es no hacer daño a los demás o a sí mismo/a, este objetivo es muy difícil de percibir para los niños y niñas más pequeñ@s).

El semáforo funciona de la siguiente manera:

  • Rojo: ¡PARA! Detente y examina lo que estás sintiendo y lo que pasa en tu cuerpo; es posible que tu corazón lata muy deprisa, que te suden las manos, que respires muy rápido, que aprietes las manos, que tus pensamientos vayan muy rápido…

Cada niño/a lo vivirá a su manera, encontremos cómo se manifiesta el enfado en su caso (recurrir a personas cercanas al niño va a ser muy útil, ya que lo habrán visto enfadarse muchas veces)

  • Naranja: ¡PIENSA! ¿Qué podemos hacer para frenar esa rabia? Respirar hondo, contar hasta 10, apartarme de la situación, buscar un sitio seguro, recurrir a un amigo o adulto, usar mi bote de la calma…

Escogeremos qué solución puede poner en práctica para que su enfado disminuya. Si esa solución no funciona no pasa nada, podemos buscar otra.

  • Verde: ¡ADELANTE! Ponemos en práctica esa conducta alternativa que hemos escogido. Recuerda: Si queremos que pasen cosas distintas, ¡tendremos que hacer cosas diferentes!

Poco a poco, comprobaremos que nuestro corazón late más despacio, las manos están relajadas o la respiración es más lenta. Entonces podremos continuar con lo que estábamos haciendo.

A continuación montamos el semáforo (yo diseñé y recorté las piezas y entre todos las juntamos y pegamos). Colocamos el semáforo en un lugar bien visible, para poder recurrir a él cuando lo necesitemos; al principio el niño o la niña necesitará de nuestra guía para poder ir realizando los distintos pasos pero con la práctica irán interiorizando el procedimiento y podrán hacerlo ellos solos, además de generalizar ese aprendizaje a otras situaciones cotidianas en las que pueda darse un conflicto.

Como os decía, en un principio necesitará de nuestra ayuda para reconocer “las señales”. Cuando empecemos a percibir que se está enfadando, nos acercaremos al semáforo y bastará con señalar el color rojo. El niño deberá “leer” lo  que pasa en su cuerpo. A continuación señalaremos el naranja y decidiremos qué hacer. Después llega el turno del verde, la ponemos en práctica.

Es importante ir reforzando los pasos que el niño vaya dando en la dirección correcta, animarle y, sobre todo, ser paciente. Cuando llegue al final y el resultado sea  distinto al típico conflicto, hay que hacerle ver lo positivo que esa nueva situación tiene para él y para los demás, además de felicitarle claro.

Una adaptación de esta tarea para cuando nos encontramos fuera de casa o para cuando en el colegio nos llevamos a los niños de excursión, puede ser utilizar pequeñas tarjetas de colores que nos caben en un bolsillo y recurrir a ellas cuando el comportamiento de alguno o algunos empieza a descontrolarse, cual árbitro de fútbol.

Ya veis, es una forma divertida y no muy complicada de modificar una conducta que puede acarrearnos muchos quebraderos de cabeza. Y como dice el refrán, la práctica hace al maestro, así que probadla y ya nos vais contando!!

 

Comparte: